Tanya Villalba, la
corrupción policial y la inseguridad callejera
Los avances tecnológicos permiten transmisión datos
e información “en tiempo real” y la masificación del acceso a instrumentos de
recepción, hacen que podamos acceder a cualquier tipo de noticia, desde
cualquier parte del país y el mundo, inclusive, en nuestros teléfonos celulares.
Ello ha permitido – del mismo modo – que nos convirtamos en periodistas y
reporteros, produciendo y difundiendo información, utilizando los mismos instrumentos.-
La era digital ha tenido un gran impacto en la
sociedad, produciendo una suerte de “democratización” de la información
periodística, con ventajas y desventajas, pues nadie puede poner en tela de
juicio los beneficios que representa la posibilidad de hacer efectivo aquello
que nuestra Constitución proclama en el su Art. 26,
que al garantizar la Libertad de Expresión y de Prensa, dispone: “…Toda persona tiene derecho a generar,
procesar o difundir información, como igualmente a la utilización de cualquier
instrumento lícito y apto para tales fines…”.-
Frente a sus ventajas, aparecen los riesgos. La
difusión de información incorrecta, falsa o tendenciosa, tal como ha ocurrido
hace algunas semanas, cuando circuló la noticia de que un Banco de plaza se
encontraba ante dificultades que lo ponían al borde de ser intervenido por el
Banco Central. Y no es que sea la única, pero por las consecuencias que pudo
haber generado, quizás sea la más relevante.-
El “microclima” generado por la información
difundida a través de medios digitales y redes sociales, tiene efectos
poderosos, tanto para enervar la sensación de inseguridad ciudadana, como para
procurar restablecerla.-
Pero, debemos distinguir claramente la
diferencia fundamental existente entre “sensación de seguridad”, con índices
reales de seguridad o violencia, para procurar un análisis serio de la
situación planteada en los últimos tiempos, que nos permita contar con
diagnósticos de base científica, válidos para encarar planes y proyectos
efectivos de prevención y combate a la delincuencia común, devolviendo a la
sociedad, tanto la seguridad, como la sensación de seguridad en las calles.-
Que los órganos policiales se vean superados
por la ola de delitos violentos, que se registran cotidianamente, no es un fenómeno
reciente. No tiene causas próximas, sino remotas, y no se habrá de lograr
soluciones, si no son identificadas, encaradas y combatidas, por las
autoridades responsables del área, y las reacciones espasmódicas o emocionales,
antes de encaminarnos a la solución, en el mejor de los escenarios mantendrán
la situación tal como se encuentra, pero no lo resolverá.-
El endurecimiento de penas, no tendrá ninguna
incidencia, ni servirá para restablecer la seguridad ciudadana, cuando el
sistema judicial ha demostrado su incapacidad para procesar a sospechosos de
los hechos de violencia callejera dentro de un “plazo razonable”, manteniendo a
cerca del 80% de los recluidos en nuestras cárceles, casi 10.000 procesados en
prisión, a la espera de juzgamiento.-
Tampoco podrá pensarse en la disminución de la
delincuencia, si los responsables de los órganos policiales no encaran
decididamente, y con seriedad la moralización de sus filas y el combate a la
corrupción, expulsando de sus filas a quienes utilizan el uniforme para cometer
sus fechorías, convirtiéndose en verdaderos “peajeros”.-
El caso de la joven Tanya
Villalba, que fuera detenida en un “procedimiento de control”, por policías al
servicio de delincuentes, pretendiendo “plantar droga” entre sus pertenencias, con
absoluta crudeza, desnuda varios aspectos, a saber: El nivel de permeabilidad
en las Institución Policial, a cuyo amparo se forman escuadrones criminales, lo
que evidencia que no se trata de un problema puntual que afecte a uno o alguno
de sus miembros, sino – por el contrario – se constituyen en organizaciones
enquistadas en su estructura.-
Otro aspecto, no menos relevante, es la
demostración de espíritu corporativo demostrado por la Institución Policial,
que desde su Departamento de Relaciones Públicas, la Comisario Elisa Ledezma proclamó
“el derecho a la presunción de inocencia” de los sospechosos.-
La presunción de inocencia, proclamada por
Ledezma en beneficio de sus camaradas, es la misma que reclamamos los
ciudadanos sometidos a “controles preventivos” por las mismas autoridades que
exigen sobornos o “plantan” evidencias. Es la misma que las autoridades
policiales violentan cuando presentan como culpables, ante los medios de prensa
a los aprehendidos. Es la misma presunción de inocencia que violentan cuando
afirman que Jueces y Fiscales otorgan libertad a “delincuentes”.-
Peor aún, la Policía Nacional ha puesto “paños
fríos” sobre el caso, con la eficaz colaboración del Ministerio Público, quien
se ha llamado a silencio, luego de pasado el momento de estridencia mediatica, y hoy, a casi un mes de los hechos, no sabemos
de los avances de la investigación. Ni siquiera sabemos si la “droga plantada”
era efectivamente tal, ni su grado de pureza.-
Tanya Villalba ha demostrado
acabadamente el valor de la tecnología puesta al servicio de la comunicación,
la información y la justicia. Mientras, la Policía, ha demostrado que
corrupción, ineptitud y inmoralidad, florecen en la Institución, gracias a la
“camaradería” de sus autoridades, y la complicidad de la Fiscalía.-
Hasta tanto la Policía Nacional no se depure, y
el Ministerio Público no cumpla con su papel de representar a la sociedad ante
el Poder Judicial, la inseguridad callejera, al igual que la sensación de
inseguridad, seguirán en aumento.-
Jorge
Ruben Vasconsellos