Sin justicia no hay democracia
No creo que haya alguna persona que, luego de
haberse visto en la necesidad de recurrir a los servicios de nuestro sistema
judicial, o mejor dicho, de haberlo padecido, guarde gratos recuerdos, o deseos
de repetir la experiencia, aunque es cierto que nadie acude al Poder Judicial
por gusto o diversión, sino por necesidad u obligación.-
El litigio judicial es la última instancia de
solución de conflictos, antes de recurrir a la violencia, a la venganza o a la
justicia por mano propia, y por lo tanto es un servicio esencial que debe
prestar el Estado para garantizar la paz social, sin la cual los derechos
individuales, sociales y colectivos, no podrán tener vigencia.-
La Constitución Nacional, pacto más importante celebrado
por la sociedad, atribuye al Estado el monopolio de la administración de
justicia, y encarga al Poder Judicial la misión de hacer efectiva la vigencia
de aquello que el jurista romano del siglo III, Dominicio Ulpiano definía como
“…constans et perpetua voluntas ius suum
cuique tribuendi…” (La justicia es la constante y perpetúa voluntad de dar
a cada uno su derecho).-
“…el fin
de asegurar la libertad, la igualdad y la justicia…” se consagra desde el
Preámbulo mismo de nuestra Constitución, como manifestación de voluntad de sus
redactores, quienes han prohibido la justicia por mano propia entre las declaraciones
fundamentales de los derechos y los deberes y garantías de los ciudadanos (Art.
15).-
Del mismo modo, y a renglón seguido, han garantizado
que “…La defensa en juicio de las
personas y de sus derechos es inviolable. Toda persona tiene derecho a ser
juzgada por tribunales y jueces competentes, independientes e imparciales…”
(Art. 16), para lo cual otorgaron al Poder Judicial la “administración de
justicia”, la custodia de la Constitución, encargándole su interpretación y
cumplimiento.-
No cabe dudas, que el derecho a la Justicia, es
un derecho esencial, fundamental del ser humano, en una sociedad civilizada. Su
ausencia nos haría retroceder hasta el extremo de volver a las épocas de la
venganza privada y la Ley del Talión (“Si
hay lesiones el culpable pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente,
mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida,
contusión por contusión”).-
Lo que diferencia la civilización de la
barbarie, es la posibilidad de dirimir nuestros conflictos y resolver nuestras
diferencias, acudiendo a la Administración de Justicia, ejercida aquellos “… tribunales y jueces competentes,
independientes e imparciales…” que nuestra Constitución nos garantiza.-
El derecho al acceso a la Justicia y la
“tutela” Judicial efectiva, son Derechos Humanos de primera generación. Del
mismo rango y de la misma importancia que la vida, la libertad y la seguridad
de las personas, pues su propósito es garantizar la vigencia e integridad de
estos. Por esa razón la comunidad de naciones han incluido su reconocimiento en
Pactos, Tratados y Convenios Internacionales, entre los que se inscriben el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos aprobado en el año 1966 por
la Asamblea General de las Naciones Unidas, y la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, suscrita en San José, Costa Rica, el 22 de noviembre de 1969.-
Sin embargo, el Paraguay sigue registrando un
grave déficit en la materia, porque como ciudadanos, aún no hemos comprendido
que administrar justicia es obligación esencial del Estado y merecer justicia,
un derecho fundamental del ser humano.-
No hemos comprendido – tampoco – que el último
intento serio por adecuar la estructura, funcionamiento e integración del Poder
Judicial, se produjo hace veinte y cuatro años, aproximadamente, cuando
mediante la Constitución Nacional se introdujeron cambios importantes
destinados a procurar la independencia del Poder Judicial, estableciendo
métodos de selección de Magistrados que – se creía – podrían garantizar la
designación de Jueces más honestos y capaces.-
Pero, a la luz de la experiencia, y desde
mirada de lo acontecido, resulta evidente que el proyecto fracasó. Transcurrió
casi un cuarto de siglo, y, los resultados demuestran que nuestro Poder
Judicial no la logrado su independencia, ni ha mejorado la calidad de sus
integrantes.-
Todos los días, y a cada paso, recogemos prueba
del fracaso. La sociedad toma conocimiento solo de alguno de ellos, por los
medios de prensa, que se hacen eco – apenas – de aquellos que logran alcanzar
notoriedad. Pero, la frustración de la mayoría, que acude a diario al Poder
Judicial en procura de obtener la protección de sus derechos fundamentales, no encuentra
espacios en la prensa, pues no existiría espacio, ni tiempo suficiente para
ello.-
Los maquillajes son insuficientes para
satisfacer la necesidad ciudadana de contar con una administración de Justicia
independiente, proba y honesta. No basta con enjuiciar y remover a uno o
algunos Miembros de la Corte, o a uno que otro Juez corrupto. Hace falta un
cambio profundo y radical, que proyecte la reconstrucción de un Poder Judicial
que cumpla con los postulados constitucionales, y para ello, como ciudadanos,
como votantes, como contribuyentes, debemos exigir a nuestros gobernantes la
reforma de la Constitución, la modificación de las leyes y la selección de los
mejores para procurar, luego de casi veinte siglos, que aquello que decía el
jurista romano, se haga realidad, porque, sin justicia no habrá paz, sin
justicia no habrá libertad, sin justicia no habrá democracia.-
Jorge
Rubén Vasconsellos