Urge desalojar mercaderes a
latigazos
Si hiciéramos un inventario de los
hechos negativos que se registran en nuestro sistema judicial, posiblemente se
nos escaparían muchos de ellos, por una razón muy sencilla: la rapidez con que
se suceden es tal, que el siguiente hace que el anterior pase a segundo plano y
– muchas veces – al olvido.-
Del mismo modo, los órganos y
funcionarios salpicados o involucrados en estos hechos son tan diversos, que en
la evaluación comparativa, resulta muy difícil determinar cuál de ellos marcha
peor. Si es la Corte Suprema, son los Tribunales de Apelación, los Jueces
Inferiores, o el Ministerio Público, aunque tampoco debemos excluir al Consejo
de la Magistratura, y al Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados.-
Tampoco resulta fácil la tarea de
procurar identificar las causas que expliquen, por lo menos, desde el punto de
vista formal, la gran cantidad de irregularidades, ilicitudes e inmoralidades
que, de modo extendido y generalizado se registran cotidianamente en la
Administración de Justicia.-
En efecto, una visión de conjunto,
una fotografía panorámica del sistema judicial actual, refleja a Ministros de
Corte salpicados por graves hechos de corrupción, e inclusive delitos, en pleno
ejercicio de sus funciones, sin expectativas serias que en el futuro próximo
pudieran producirse destituciones.
Los protagonistas de las
irregularidades, ilicitudes e inmoralidades, siguen en el ejercicio de sus
cargos, gozando de todos sus privilegios, sin que se pudiera avizorar –
siquiera – la imposición de castigos, aun los más leves.-
Y, si el más alto Tribunal, el que
ejerce la última Instancia en el sistema judicial, el que cumple la función de
“superintendente” de los Tribunales y Juzgados Inferiores, incurre en actos
como los señalados, pierde la vergüenza, pierde también autoridad moral para
exigir una conducta distinta a los demás integrantes del sistema.-
La esperanza de un futuro distinto,
de una administración de justicia saneada, resulta – apenas – una ilusión
inalcanzable, en gran medida, gracias a un Ministerio Público que se encuentra
inmerso en los mismos vicios y las mismas prácticas.-
Una Fiscalía, que organiza campañas
publicitarias promoviendo el autoelogio de sus responsables, repartiendo
“donaciones” que no son más que el producto del chantaje y la extorsión a la
que someten a indefensos ciudadanos por supuestas o pretendidas conductas
ilícitas, mientras se muestran complacientes, condescendientes y hasta
cómplices encubridores de los poderosos.-
Para completar el cuadro, el
Consejo de la Magistratura, sigue promoviendo a los amigos, compadres,
correligionarios, compañeros de fiesta, amantes, integrantes de hermandades o sectas
religiosas, quedando al Jurado de Enjuiciamiento la labor de proteger a los
“elegidos”, y castigar a aquellos pocos que después de su nombramiento
pretender ejercer sus funciones con algún margen de independencia o atisbo de
honestidad.-
Si aplicáramos aquella frase
bíblica: “por sus frutos los conoceréis”,
para evaluar el resultado de la labor del Consejo de la Magistratura, no
debiéramos detenernos en la revisión formal de los procesos aplicados en los
concursos, sino en la calidad de los ternados, y sobre todo en el desempeño de
los que son nombrados para ejercer funciones en el Poder Judicial y el Ministerio
Público.-
Si utilizáramos el mismo criterio
para el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, el resultado no sería
distinto, pues encontraríamos algunas “absoluciones” que resultarían
inexplicables desde la perspectiva de la vigencia del derecho y los valores
morales, frente a “condenas” que sugieren – nada más – que se tratan de la
consecuencia lógica del castigo destinado a servir de ejemplo a aquellos que
pretendan salirse del complejo entramado de intereses, amiguismo y
complicidad.-
En el medio de estas dos
Instituciones, el Ministerio Público investiga, imputa y procesa a indefensos
ciudadanos, muchos de ellos – inclusive – inocentes, con la colaboración eficaz
de Jueces, que toleran excesos y convalidan injusticias. Porque después de todo,
los Tribunales de Apelación confirmarán sus desaciertos y la Corte Suprema
cerrará definitivamente el círculo que impide el acceso a la Justicia y la
Tutela Judicial efectiva.-
Es difícil establecer si el
problema es del método, del sistema, de los órganos o de las personas, pero el
resultado será siempre el mismo, condenas o absoluciones conforme la “cara del
cliente”.-
Joseph K., protagonista de la obra
El Proceso, de Franz Kafka, vive y se multiplica en el Paraguay, todos los
días, pues, hay cientos, que – como dice la novela – “...sin que éste hubiera hecho nada censurable fue detenido una buena
mañana...”, mientras otros, que se enriquecen a costa de esfuerzo de la
sociedad, de sus impuestos, de sus recursos, disfrutan de sus privilegios como
miembros destacados de la sociedad, de la función pública, de la política, de
la industria y la banca privada.-
Entonces, si no se alinea y se
somete pacíficamente a los caprichos de sus acusadores, si no negocia con
ellos, si no acepta mansamente sus exigencias, Joseph K., podrá ser conducido a
la cárcel, sin que hubiera hecho nada censurable.-
En definitiva, para que podamos
romper este círculo vicioso, y transformarlo en virtuoso; para que nuestro
sistema judicial deje de perseguir ladrones de gallinas y ciudadanos incautos,
resulta imprescindible que la sociedad entienda que urge exigir a sus
gobernantes, pongan en práctica el ejemplo bíblico y comiencen a desalojar del
templo a los mercaderes, a latigazos.-
Jorge Rubén Vasconsellos