Seguridad pública y seguridad privada
Hace aproximadamente una semana, se
hicieron públicos los datos numéricos de guardias policiales asignados a la
custodia de autoridades nacionales, encabezando la lista, el Fiscal General del
Estado, con treinta y seis policías encargados de su seguridad y la de su
familia.-
La divulgación del dato provocó el
enojo del “representante de la sociedad”, quien (sin confirmar, ni desmentir el
dato) sostuvo que con ello se debilitaba su seguridad.-
Si las manifestaciones atribuidas a
Díaz Verón, publicadas por los medios de prensa, fueran exactas, servirían nada
más que para evidenciar su confusión y ausencia de criterio. Aspectos que han
sido la constante durante su gestión, porque su seguridad no está relacionada
directa o indirectamente con el conocimiento de la cantidad de efectivos
policiales que se destina a su custodia y a la de su familia, sino de la
función que cumplen cada uno de ellos.-
Para poner las cosas en
perspectiva, debemos tomar en consideración los datos globales publicados sobre
el particular, que indican con claridad que la asignación de recursos humanos
de la Policía, para custodiar funcionarios e Instituciones del Estado, es nada
más que un elemento revelador del ranking de “importancia” de los custodiados,
en el que ninguna relevancia tiene la función que cumpla, sino la influencia y
el ejercicio del poder de cada uno de los beneficiados.-
En esa lista, Díaz Verón ostenta un
lugar de privilegio ocupando casi el ocho por ciento de los efectivos
destinados a la seguridad del Ministerio Público, de un total de 483 Agentes
asignados a dicha Institución.-
Lo que no revela la información
divulgada es la función específica que cumplen los Agentes Policiales asignados
a la seguridad de Fiscal General, otros funcionarios del Ministerio Público y
los locales de esta Institución, porque si tales datos fueran publicados,
podríamos concluir que quien se encarga de debilitar su propia seguridad, la de
su familia, y de la sociedad, son los mismos “protegidos”.-
Quienes cotidianamente concurrimos
a las distintas oficinas de la Fiscalía, somos testigos directos de que los
Agentes Policiales asignados a la “custodia” de los edificios del Ministerio
Público, sobre todo en las Fiscalías Regionales, Zonales y Barriales, hacen las
veces de recepcionista, telefonista, y en algunos casos, hasta de ordenanzas.-
En más de una oportunidad hemos
visto inclusive a Agentes Policiales concurriendo a Tribunales para “custodiar”
a Fiscales y para “protegerlos” la fatiga que les produce llevar las copias de
sus expedientes, sus materiales de trabajo, y hasta sus teléfonos celulares.-
Estos hechos pasan casi
desapercibidos, pero merecen ser puestos de relieve, cuando nos sentamos a
analizar los números de Agentes que son distraídos en funciones que no son
propia de la seguridad pública, ni de la seguridad privada de los
funcionarios.-
Pero, el error de Díaz Verón y sus
Agentes Fiscales, no es creer que desplazándose como Emperadores Romanos
escoltados por una legión de soldados pretorianos mejorará su seguridad
personal, ni su “status”. Es igualmente un error creer que cinco Policías más o
menos, incidirá en el mejoramiento de la seguridad pública.-
Es en este último aspecto donde se puede
notar que el “representante de la sociedad” y “titular de la acción penal
pública” comparte con el Ministro del Interior y los responsables de la
Institución Policial errores, desaciertos y confusiones, porque, si los 2.688
Agentes Policiales ocupados, de modo permanente a la custodia de autoridades,
Instituciones Públicas y particulares, fueran reasignados para cumplir tareas
de prevención, no harían ninguna diferencia.-
Es posible que el resultado de
dicha medida sea nada más que encontrarnos con mayor cantidad de Barreras
Policiales “controlando” documentos de identidad, molestando innecesariamente a
los ciudadanos, interrumpiendo el tránsito, y procurando reducir el altísimo
número de ordenes de captura pendiente de cumplimiento. Y en medio de ello, la
posibilidad de que los actos de corrupción se reproduzcan, permitiéndoles
“hacer un extra”, como ocurre cotidianamente.-
Las autoridades encargadas de la
seguridad ciudadana deben sobreponerse a sus propias debilidades y vanidades.
Deben sentarse a proyectar una reestructuración seria y profunda de la Policía
Nacional, para lo cual no hace falta mucho esfuerzo, porque los lineamientos
que deben observarse ya están establecidos en el Código Procesal Penal, que
contempla formación de una Policía Judicial dedicada a ejercer funciones de
investigación y promoción de la acción penal pública.-
La separación de las funciones de
Prevención, de las de Investigación y represión del delito, mediante la
reorganización de los cuadros de la Policía Nacional, permitirá que sus Agentes
se dediquen con exclusividad a la tarea de impedir con mayor eficiencia la
comisión de muchos hechos punibles, disminuyendo las altas tasas de
criminalidad, y mejorando la seguridad ciudadana.-
Mientras no se encare la
reestructuración y reorganización de la Policía Nacional, no se disponga la
reasignación de sus funciones, ni se redefina el rol que corresponde a sus
integrantes, nada habrá de mejorar. Hasta que ello ocurra, el Fiscal General
del Estado, el Ministro del Interior y las autoridades Policiales, seguirán más
preocupados por su seguridad privada que por la seguridad pública.-
Jorge Rubén Vasconsellos