“…Nadie es eterno en el cargo…”

 

Nada más que, de inicio, debo dejar en claro, que creo firmemente en el vitaliciado como condición indispensable y base fundamental sobre la cual es posible construir la INDEPENDENCIA de los JUECES y MAGISTRADOS.-

 

El Juez sujeto a confirmaciones en el cargo, es – si no – obligado, cuando menos inducido a mantener y alimentar permanentemente los cordones umbilicales que le han generado los procedimientos requeridos para su nombramiento.-

 

Desde el Juez de inferior grado, hasta el de la Corte, deben someterse a tortuosos trámites, ante el Consejo de la Magistratura, primero y al Senado (y Presidencia de la República), o la misma Corte, después, para su designación. Denominar “concurso” a tales trámites, es nada más que un eufemismo, que esconde su verdadera esencia, que es la selección de “amigos”, “correligionarios”, “incondicionales”.-

 

Inclusive los considerados “neutros” o conservadores, que permiten el mantenimiento saludable del esquema vigente. Aquellos no identificados con sectores partidarios, pero ideológicamente afines, que resultan necesarios para legitimar con su presencia el discurso de una Administración de Justicia plural, no comprometida y en apariencias, equilibrada.-

 

Pero, “el sistema”  se ha diseñado y consolidado como una maquinaria eficiente para garantizar la vigencia de lealtades, de modo tal que, aquellos que acceden a la Magistratura, no se liberen de las ataduras que se establecieron durante el proceso de designación. Para ello están los procedimientos de confirmación, enjuiciamiento y juicio político.-

 

Quien suponga que estos procedimientos tienen como propósito asegurar la independencia personal y funcional de los Jueces, está profundamente equivocado, o – en el mejor de los casos – peca de ingenuo.-

 

La experiencia vivida en los últimos veinte años de funcionamiento del actual sistema, constituye testimonio suficiente para entender el “por qué” nuestra Administración de Justicia ha alcanzado los niveles de ineficiencia, venalidad y deterioro moral e intelectual, que evidencia.-

 

Desde Juicios Políticos a Ministros de la Corte, de incuestionable estatura moral, honorabilidad comprobada y acrisolada formación intelectual, hasta absoluciones y confirmaciones en el cargo, de quienes carecen de tales atributos, y ni siquiera califican como dactilógrafos o practicantes de Juzgados de Paz, son hechos fácilmente verificables mediante un examen retrospectivo de la reciente historia jurídico-política de nuestra Administración de Justicia.-

 

Hace un par de meses, en esta misma columna, nos preguntábamos, cuanto valía la palara de un Ministro de la Corte, exmiembros de la Convención Nacional Constituyente, Víctor Manuel Núñez, quien en setiembre de 2012, había anunciado que luego de las elecciones generales de abril de 2013 presentaría renuncia al cargo.-

 

Núñez Rodríguez, no solo se limitó a anunciar que era la hora de retirarse “para dar paso a la renovación…”, sino que además, renunció a varias de las responsabilidades que tenía a su cargo, en su condición de Ministro, como anticipo de la decisión final, anunciada.-

 

Sin embargo, hace algunos días, luego de haber dejado transcurrir dos años de aquel anuncio, y de las primeras medidas adoptadas en su consecuencia, cambió radicalmente de discurso, poniendo a Dios como responsable, ante la prensa:

 

“…A veces uno analiza una cuestión, y luego de algunos análisis puede postergar; eso depende de la decisión de cada uno. Nadie es eterno en el cargo; Dios es el que le pone a uno en el cargo y es él quien lo quita…”.-

 

Pretende, que no ha sido el factor político-partidario el que lo ha puesto en el cargo. Pretende que no han sido sus amigos y aliados, que no han sido influencias y factores de poder. Pretende hacernos creer que llegó al cargo por un designio de Dios, y no por el procedimiento de la selección efectuada por el Consejo de la Magistratura. Por la designación de la Cámara de Senadores y el Acuerdo del Poder Ejecutivo.-

 

Pretende, además, que no ha sido sometido a Juicio Político, hasta ahora, por obra de la protección divina, y no por la satisfacción que produce en aquellos sectores que pueden determinar su destitución mediante la instauración de un juicio de responsabilidad.-

 

Núñez Rodríguez, olvidó, o pretende olvidar, que al asumir el cargo, prestó Juramento ante Dios y la Patria de desempeñar con fidelidad su cargo, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las Leyes.-

 

No es Dios, el que debe quitarnos del cargo, Dr. Núñez Rodríguez, es la Patria. Es la Patria la que debe demandarnos por nuestras inconductas, por nuestros errores, por nuestras ineficiencias. Pero, en su caso, puede quedarse tranquilo – por ahora – porque la Patria, está gobernada por quienes – como Usted –  han delegado a Dios la responsabilidad de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las Leyes. Tiene Usted toda la razón, con excepción suya, “Nadie es eterno en el cargo”.-

 

Jorge Rubén Vasconsellos